jueves, 19 de febrero de 2009

Tacones Cercanos.


Todo comenzó en un viaje alocado a la ciudad de Rosario, con la sola premisa de conseguir un par de zapatos rojos, de tacón fino, ideal para fiestas de bodas; sumado a que dar con el modelo de su agrado, barato, bueno, etc… no es misión fácil. Luego de recorrer varias zapaterías, dieron al fin con una que tenia dicho articulo; tan exclusivo que solo existía el numero 39, cuando en realidad Mi Gallega calza numero 37. Entre la desesperada cliente y la muy hábil vendedora (con habilidad suficiente como para venderle un paraguas a un delfín), llegaron a la conclusión, que si de mediar una plantilla de buen grosor, el dichoso zapato rojo, le quedaría de diez!. Por supuesto que solo el último día, recién apareció con unas plantillas para que le ajustara sus zapatos; comenzó la ardua prueba y error, caminaba con un solo zapato puesto, protestaba, insultaba a la vendedora, volvía a improvisar otra medida de plantillas, hasta que por esas cosas del azar, le acerté a la precisa ubicación para que este a su gusto. Todo parecía estar “controlado”, hasta que se paró frente al espejo de nuestra habitación, para vestirse con su vestido de gala; es cuando comienza su danza, “me veo gorda”: se para frente a un espejo, preferentemente de su altura; va rotando su perfil velozmente, frunciendo el seño demostrando enojo; se toma el vestido fuertemente con ambas manos, imprimiéndole fuertes tirones hacia abajo; esconde su estómago aspirando todo el aire posible; muerde sus labios como lanzando una espeluznante vendetta italiana, para terminar con un fuerte alarido, masticando las duras palabras “que gorda que estoy!”.
A partir de ese momento, se desencadenó la locura!, y dijo: _ Asi gorda como estoy, con estas medias de mierda que me apretan y estos zapatos que se me salen, parezco un payaso!. A continuación, arrojó violentamente sus zapatos de tacones rojos, se arrancó literalmente las medias y no me quedó otra que invocar a todo mi espíritu pacifista de tintes hippies, y lanzar la mentirita piadosa, _Mami!, calmate que no te quedan mal!.
Por supuesto: primero agradecí que los tacones fueron cercanos, pero no dieron en mi cuerpo, y mas calmado al ver que no arremetió contra mi persona, la ví cruzar nuestra habitación calzando unas viejas sandalias negras, sin medias de nylon e insultando a cuanto santo le venia a la memoria.


2 comentarios:

pal dijo...

ay! pobrecita... aunque lo intentes, cuando una no está contenta con el resultado, no hay caso.
Pero por lo menos lo intentó ella también.
Besos a los dos que seguro estaban guapísimos.

M@rcelo dijo...

Paco, hace mil que no te leia...me encantó el relato!!!
Un abrazo