martes, 8 de enero de 2019

Et home. 07/08/2017.

Hace solo una semana estamos domiciliados en el Hospital, pero ya extraño nuestra casa; es irónico pensar cuanto valoras las pequeñas cosas, solo cuando las pierdes en contra de tu voluntad!; poder modificar horarios, posturas, iluminación y demás comodidades sin lidiar con terceros. También los cirujanos sugieren que mientras se den las posibilidades, siempre es mejor recuperarse en tu medio ambiente y sin exponer tus defensas naturales con agentes patógenos desconocidos; así que si mi futuro cercano, es partir a casita.
Comienzan a recetarme todos los medicamentos, con lista estricta de horarios y tomas; en resumen son como diez pastillas y gotas por día!, y sin personal competente para dicho control, tendré que hacerme cargo!; con todo el tiempo del mundo, voy cargando en mi celular, todas las alarmas con sus respectivos nombres de cada medicamento, ya que en principio veo son todas del mismo color y tamaño.
Por fin identifico cual es el calmante que vengo tragando y que mantiene mi cuerpo sin dolor, además de no permitirme fijar la vista, los ojos se me disparan a los costados; es el conocido Tramadol, seguramente con algo parecido a la morfina.
Ya nos confirman el alta médica, y partiremos por la mañana; solo una noche más por aquí. No se muy bien porqué, pero dormí perfectamente; supongo la esperanza de salir de aquí me distiende; Yanet empieza recuento de pertenencias, ropa y compras, juntando como seis bultos incluidos su colchón de emergencias; ayudan a vestirme y salimos por los pasillos a donde nos espera Juanpi en nuestro automóvil; por fin respiro aire normal, veo un poco mas de luz solar, subimos y partimos rumbo al pueblo.
Hicimos unas cuadras por la ciudad y Yanet, calculando el horario cerca de mediodía, decide parar a comprar unas empanadas en una rotisería conocida; se baja sin su celular, por lo que Juanpi con miedo a que compre alguna variedad que no sea de su agrado, también baja sin llevar su móvil; pasan 10 minutos mas o menos, sigo mirando mi teléfono, solo arriba el auto, casi inmovilizado por las cicatrices, el auto abierto, sentado en la parte trasera y mi paranoia me juega otra de las suyas: y si me asaltan?, ni gritar puedo!.
Ya son 15 minutos y ni noticias de mis acompañantes, estoy traspirando como testigo falso, creo me están acelerando las palpitaciones, se me está secando la boca; suerte la mía!, que pedazo de fierro; cuando la desesperación me estaba ahogando, suena mi teléfono, está llamando la Belu!, ay Dios, por lo menos si muero acá, alguien se entera de los detalles!. Cuando le paso el parte de mi situación, empieza a los gritos en contra de su hermano y madre:
_Como que te dejaron solo en el auto?, que desubicados!, y eso que les dije.
_Si, ya está Belu, no me cortes, así se me pasa el pánico je je.
_Y como estas Pa?.
_Un poco mareado, pero bien.
Seguimos charlando un rato, preguntando por los nietos, contándome algunas de sus últimas ocurrencias; a los pocos minutos llegaron los dos con las empanadas, sin ni siquiera percatarse de lo mal que la pasé. Tendré que superarlo, pero me cuesta un montón, siempre el fantasma del accidente cardíaco, está picaneando mi retorcida conciencia y cuando creo haber pasado lo peor, se cruza otro detalle que evidencia la fragilidad de mis días.

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