sábado, 28 de junio de 2008

Un mecánico aquí.



Ya demostrado que con ese viejo colectivo, no avanzaríamos mas, comienza el ritual de “uso masivo de teléfonos celulares”; no se si hay actitud mas inútil, que veinticinco pasajeros varados en el mismo móvil, llamen simultáneamente a cada uno de sus contactos, para dar la triste noticia, nos quedamos a pie!. Algunos más prácticos, solicitaron a sus familiares que viajen a buscarlos; otros pretendían atención mecánica a distancia vía telefónica; personalmente me acomodé en la dura butaca, como para dormir una siesta de emergencia; cuando logre apilar mis huesos sin molestia aparente, suena mi celular!, era un amigo, solicitando mi asistencia para su PC que no arrancaba; solo me salio una carcajada, le contesté que iba a pasar por su casa, pero no podía asegurarle el horario, y por mas que se esforzara, nunca adivinaría donde me encontraba en esos momentos.
Fueron horas apacibles, con el panorama típico de nuestra pampa húmeda; compañeros que para combatir el aburrimiento, se revolcaban unos a otros sobre el pasto seco de las banquinas; los de mas experiencia mecánica, se dedicaron a las posibles reparaciones caseras, improvisando teorías, aportando ideas, juntamente con mi Gallega que mientras tejía, me trasmitía las distintas opiniones de los expertos en mecánica; estaban también los mal humorados de siempre, que maldecían al encargado de mantenimiento del colectivo, a la inexperiencia del chofer, a los organizadores del evento, a quienes contrataron la empresa de transporte, etc.
Luego de varios minutos, fuimos remolcados por un camión propiedad de nuestra cooperativa, hasta la ciudad mas cercana donde dejaron el colectivo averiado; pero a su ves a cuatro kilómetros de la estación de servicio mas cercana. Las dos mujeres del grupo (mi Gallega y una compañera de trabajo), desesperadas por un sanitario, fueron junto a los otros compañeros que nos acompañaban en las pick up hasta la ciudad. Los demás, sin animo de caminar y sabiendo que el colectivo que ya viajaba en nuestro auxilio, demoraría varias horas, no tuvieron mejor idea que solicitar al chofer del camión, que nos deje viajar en la caja de cereales. No era mala idea, si no fuera que dicha caja metálica, esta cubierta con una lona impermeable y tiene cierre casi hermético para que no derrame cereal. En ese momento, no podía contener mis carcajadas, la imagen de mis compañeros (sobre todo los mas gorditos) tratando de subir a la caja, algunos que manoseaban a los que subían para acelerar el tramite, el griterío, las bromas, ironías, algunas fotografías; cuando comenzó a rodar el camión, alguien sugirió que parecíamos ganado bovino, y el mugido fue al unísono!; éramos los típicos descontrolados en una despedida de soltero.
Llegando a la ciudad, ya mi Gallega y Sole lograron comprar unos biscochos, que fueron devorados por los que bajábamos del camión; invadimos el bar de la Estación, los baños, ya en un clima un poco mas distendido y calido, unas empanadas de verdura para mi, de pollo para mi Gallega, café con leche de por medio, me guardo la imagen de mis compañeros, con caras de maratonistas tratando de reponer energías.
Continuara.
Aunque no lo crean, todavía falta!.

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