viernes, 31 de agosto de 2018

Romina 01/08/2017

Ya terminada la ardua tarea de depilación, me indican debo bañarme con jabón antiséptico; secarme totalmente con tollas higiénicas. Me causa gracia, verme por primera vez como lampiño!; me refriego con las toallas y ya todo higienizado, me hacen acostar boca abajo para pegarme el parche lumbar, que según ellas, es para no escaldarme la parte que siempre apoya en la cama, me tapan con una sábana tipo mortaja y automáticamente me llega la imagen de las series yanquis tipo Doctor House!. Luego de una breve despedida de mi familia, y las acostumbradas muestras de fe, otra vez a la camilla con ruedas, a pasear por pasillos y ascensores; en uno de los pasillos nos cruzamos con otro equipo en sentido contrario y los enfermeros deben hacer varias maniobras para lograr el cruce; trato de mantener la calma, ya que hoy inicio un pequeño viaje, sin horario probable de regreso!.
Llegamos a una sala, donde me estacionan unos minutos; se presenta la Doctora Romina, una pelirroja de rostro amable, que pasa a detallarme el protocolo de anestesia; no sé si mi conflicto emocional y/o sentimental me impulsa a buscar desesperadamente algo o alguien a quien aferrarme, para no caer en profunda congoja; pero ese rostro amigable, que por falta de tiempo no puedo indagar si es bondad nata, o simplemente un protocolo de su trabajo, me inspira la paz necesaria para afrontar la presunción y fin de mi historia; practico nuevamente el recurso de buscar en sus ojos algo que me contenga, y por suerte están ahí; son claros y no sueltan los míos, espero no detecte mi pánico, solo por no sentir vergüenza y agradezco a mi loco destino, haberla puesto en mi camino.
No sé, si ella se dio cuenta, de cuanto me ayudaba, o fue tan solo instinto humanitario, de esos que no se piensan o elaboran, solo se brindan; pero ese cruce de pocos minutos, su rostro, sus palabras, las llevaré, mientras tenga vida; como final de conversación me dice:
_Bueno don Achaval, quédese tranquilo, en unas horas nos vemos.
Improvisando una sonrisa y mirándola a los ojos, le contesté:
_Eso espero!.
Sonrió y sin dejar de mirarnos fijamente a los ojos, contestó:
_Si, si, claro que nos volveremos a ver!.
Fue cuando inyectaron la anestesia, y escuche me decía:
_Va a sentir un ardor en las venas.
Fue lo último que recuerdo, mi vida se desconectó……………

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