lunes, 23 de febrero de 2009

El Chofer.


En los planes de la novia estaba diagramada la llegada a la Iglesia, a bordo de una DODGE GTX conducida por su propio dueño, cosa que no pudo ser, ya que una semana antes dicho carruaje sufrió graves averías en su motor. Comenzamos a tirar ideas para el reemplazo, sin lograr conformar y convencer de cambiar por otro vehiculo; no quedó otra opción, que llegar y despedirse de la ceremonia, en el automóvil de Ivan (hermano del novio y sacerdote de la ceremonia); automáticamente hubo que esperar la magna designación de su chofer, pues es conocido el mal humor de mi Angel Negro, ante cualquier eventualidad contraria a sus planes. Que horas antes, tiró la orden cuasi marcial: _ Lo maneja Horacito!. Para quien no lo conoce, aunque lo seguimos llamando Horacito, es nuestro hijo mayor de ya 27 años, una versión limitada de Achaval Hernandez Power Turbo (fuertemente sobrealimentado), de casi dos metros de altura, talle XXXL cuando usa ropa entallada, con aspecto de guarda espalda, y hábitos como Maestro de Jardín de Infantes.
Al momento de entregar el vehiculo, Juan (el novio), por conocimiento en los defectos del chofer (lo que comúnmente llamamos, “pie pesado sobre el acelerador”), le comentó como advertencia: _Ya sabes, si le chocas el auto a un Cura vas derecho al Infierno!.
Entre tantas directivas cruzadas, Horacito no entendió, que antes de subir a la novia, debía pasar por mí; como consecuencia esperé quince minutos con mi saco en la mano, soportando 30 grados y mosquitos en frente de nuestra casa. Cuando nos dimos cuenta, La Gallega (que ya la impaciencia y nerviosismo transformaban su rostro) me llevó a donde la novia recibía los últimos retoques; no me dejaron entrar porque faltaban detalles y cuando ya salíamos rumbo a la iglesia, hago la simple pregunta: _Donde me pongo esta florcita?, en el bolsillo del saco?; fue cuando en alarido y al unísono, me contestaron la modista, maquilladora, novia, madre de la novia, etc… _noooooo!, va en el ojal del cuello!.
Como siempre, resulté el único culpable de la tardanza, pues el tan mentado ojal no estaba bien cortado, a las corridas buscando un elemento cortante, para insertar un puñado de florcitas de las que no recuerdo ni el nombre!.

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